• 28-03-2024
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Sin mejoras en un año

Algunos días antes de que diera inicio el Mundial U19, publicamos un artículo donde repasábamos a los rivales de grupo de nuestras chicas, y a su vez, realizábamos una radiografía de la celeste y blanca, tomando como referencia su labor en 2018.

Esa nota, que buscaba acercar información concreta a los lectores, generó enojo en el cuerpo técnico y jugadoras. Lamentablemente, el análisis no fue desacertado.

Pese a la gran cantidad de horas de entrenamiento que tuvo ese grupo, y el trabajo en el gimnasio que mostró la evolución en sus físicos, las mejoras no se vieron reflejadas en el parquet. Entonces aparece la duda, más si se tiene en cuenta el análisis previo: ¿Se falló en la planificación de las jugadoras?

Tanto con Leonardo Costa en el FIBA Americas U18, como ahora con Mariano Junco, el equipo intentó buscar variantes. Romper el “cinco abiertas” para Chagas, y darle un abanico de opciones al ataque nacional. Sin embargo la eficacia no acompañó: 20.3% en triples (28/138) -14° de 16 equipos-.

De igual forma, la pregunta del párrafo anterior va por otro lado. Este grupo de jugadoras comparte tiempo en el CeNARD desde el 2015, cuando fue convocado para hacer frente al Sudamericano U14. Al año siguiente llegó el U15, luego el FIBA Americas U16, y en 2018, los ODESUR, el Mundial U17 y el Americas U18. Al grueso de la camada le quedará el Sudamericano U19 del 2020. Hubo un lustro para trabajar y planificar la carrera de las chicas.

Tomando con una mano esto, y poniendo en la otra lo mostrado en el Mundial U19, hay situaciones que se vuelven muy claras.

Argentina careció de perímetro con gol. Ni Sofía Acevedo ni Sofía Wolf gravitaron como escoltas. Su baja talla era un hecho. Se sabía y no crecerían 10 centímetros más de la noche a la mañana. No se trabajó al respecto. No se las movió a la posición de base y sus herramientas ofensivas tuvieron peso nulo. Ni siquiera abiertas y a pie firme lograron hacer daño. Promediaron 3.3 y 2.3 puntos por juego respectivamente.

En Sudamérica hacen la diferencia, y la seguirán haciendo, pero no se trabajó y planificó con ellas pensando a futuro, y qué les pasaría una vez que cruzaran el Atlántico.

Similar situación se vivió con las aleras. Hace apenas un año Candela Gentinetta trabaja de 3. Anteriormente su ductilidad cerca del cilindro resultaba más atractiva para las mieles del éxito, que el trabajo constante en post de proyectar su carrera. En Ben Hur de Rafaela priorizaron ganar torneos a que sea mejor jugadora. En la Selección, no solo en pasajes del Mundial U17, sino incluso después de la lesión de Gauna en este U19, se la usó de ala-pivot, poniéndola por delante de chicas que habían ido específicamente a cumplir ese rol.

Lento, pero el cambio aparece en ella. Aún sin penetración explosiva con mano izquierda, nulo tiro de larga distancia (lanzó un total de 3 triples en 7 juegos) y un verdadero misterio su rompimiento con derecha, no debe claudicar porque su futuro está allí, en ser alera. Tuvo una media de 2.1 puntos.

Y justamente, la falta de aleros obligó a sacrificar a Laila Raviolo. La polifuncionalidad, una de sus máximas virtudes, la llevó a ser corrida de posición, para tapar el faltante de un 3 natural, algo que ella tampoco es. No se la vio cómoda jugando allí, y tampoco pudo hacer valer su envergadura, algo que de escolta sí habría podido aprovechar. Promedió 0.4 puntos.

En cinco años no se encontró una jugadora que fuera estable en la posición del alero, ni tampoco se trabajó a proyección al respecto.

La que dio el paso adelante fue Camila Suárez, única base natural de la plantilla. A los ojos de todo el mundo ella derribó dos grandes mitos que aún buscan sostenerse. Por un lado, que necesariamente las jugadoras deben competir en Capital Federal para ser mejores. Y por el otro, que la Liga Nacional no les permite mejorar por quitarle horas de práctica.

Camila demostró una gran evolución, como lo había hecho en 2018 Brenda Fontana; compartiendo en ambos casos el tener minutos de calidad en la Liga Nacional.

Suárez ganó en rebeldía. Aprendió a leer en qué momento el juego le pedía forzar situaciones, para generarle aclarados a sus compañeras. Con ella llevando la bola fue cuando a Florencia Chagas más cómoda se la vio.

La situación de las internas requiere aún mayor estudio. Brenda Fontana llegó con lo justo, después de recuperarse de una lesión. Victoria Gauna saltó desde la banca, y María Victoria Fux, abriendo la mayoría de los juegos, mostró entrega. ¿Qué faltó? Que recibieran juego.

Sol Castro se las rebuscó para tratar de ser un faro en la pintura, pero en líneas generales, a ninguna le llegó la bola con fluidez. El juego al poste no fue opción para generar espacios, salvo momentos muy puntuales con la propia Castro en campo.

El aporte de nuestras internas fue desigual. Mientras trabajaron a destajo en el aro propio, lidiando con jugadoras más grandes, saltando en ayudas y completando rotaciones en el perímetro; en el cilindro ajeno fueron mayoritariamente espectadoras.

La única opción de juego en parejas con las grandes que se usó fue el pick a la bola en el eje. A partir del segundo juego, las defensas, con scouting en mano, lo resolvieron de dos maneras. Si era Chagas la que ejecutaba, la marca seguía con ella, ya que en un alto porcentaje era la que terminaba la jugada. Si la acción llegaba a través de otras manos, el foco se hacía en la pintura, para doblar a la grande que recibía.

No hubo opciones de alto bajo, balón al poste y utilización del lado débil, aprovechamiento del buen tiro de media distancia para abrir la pintura, poste alto como faro para jugar puertas de atrás. Las grandes, más allá de la situación puntual marcada antes, solo fueron usadas para cortinar.

Curioso lo ocurrido con Lucía Operto. En los papeles oficiales figuraba como la única pivot del plantel; argumento por el cual quedó entre las 12. De igual manera, siempre fue la última en ingresar en la rotación, viendo muy pocos minutos, pese a haber gravitado (como ante Hungría donde después de rendir no vio acción en el segundo tiempo) y mostrado una mejora en relación al 2018.

Párrafo aparte para Florencia Chagas. Por lejos, la mejor jugadora de categorías menores de los últimos años no pudo tener el Mundial soñado por todo lo expuesto anteriormente. Es una gran jugadora, no la mujer maravilla.

Si la idea era potenciar su juego, lamentablemente se logró lo opuesto. Salvo en los pasajes donde Suárez pudo ser la manija del equipo y la liberó de responsabilidades, en el mayoritario y restante tiempo, la marca pegajosa y las carentes alternativas de la ofensiva nacional conspiraron con su juego.

En los cierres ante Alemania y Hungría se le prendieron velas para que resuelva (modo Mundial U17), sumándole aún más peso a su mochila. A los mejores se les pide siempre un poco más, y en los momentos culminantes es cuando se elevan por encima de la media. Flor respondió hasta donde pudo, pero claramente también la afectaron los coletazos de la planificación.

Con este análisis es de necios pensar que uno no ama a la Selección, o mucho peor, desea que le vaya mal. La Selección está por encima de todo y de todos.

El análisis no daña. La obsecuencia y la adulación sí. El palmear la espalda y decir “está todo bien” cuando caminas directo hacia el precipicio es perjudicial. Que te digan “cuidado que si seguís así caerás”, no.

Más allá de las excepciones señaladas, las chicas no mostraron crecimiento individual. No hubo táctica ni estrategia colectiva para suplir esas carencias. No se disimularon los problemas y no se potenciaron las virtudes.

Hay una frase que reza: “El tiempo acomoda a todos en su lugar”.

Todos queremos a la celeste y blanca. Deseamos que cada camada mejore, crezca, se supere, pero lamentablemente en esta oportunidad el trabajo fue insuficiente.

Emanuel Niel
@ManuNiel

www.pickandroll.com.ar

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