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Ser entrenador

Cuántas veces los entrenadores escuchamos las siguientes afirmaciones: ¡Qué fácil es tu profesión!, ¡Siempre jugando!, ¡Hacés lo que te gusta! ¡Dejá de pensar en básquet!, o recibimos preguntas del tipo: ¿Otra vez entrenamiento?, ¿Otra vez viajás?, ¿Hasta cuándo vas a ver partidos? Podríamos nombrar cientos de razones por la que nuestra profesión no es la mejor o la más linda de todas para algunos.

Los entrenadores no trabajamos en una fábrica, pero sí en un espacio donde enseñamos valores, conocimientos, destrezas. No somos los jefes, pero sí nos ven como un líder y un modelo a seguir. No somos psicólogos ni doctores, pero varias veces necesitamos serlos. No cumplimos horarios de trabajo, pero estamos todo el día pensando en nuestras planificaciones, decisiones, diferencias. No jugamos con los niños, pero sí participamos en la construcción de su enseñanza y educación, moldeamos sus sueños y valores.



Hace varias décadas, León Najnudel decía que “Para ser entrenador, una de las cosas que hay que saber es de básquet”. Lo que estaba tratando de explicar, para activar nuestra inteligencia y razonamiento, es que la profesión es muy amplia y hay que estar preparado en varias áreas y específicamente en este deporte para poder desenvolverse en el medio.

Un entrenador debe reunir muchos atributos: un alto nivel de conocimiento del juego, una profunda pasión por su actividad, profesionalismo en el modo de encarar la tarea, poder motivar y conducir, debe saber enseñar, resolver conflictos y manejar errores, debe tener humildad en el triunfo y entereza en la derrota. No hay un estilo correcto o incorrecto, creo que cada uno tiene su propia versión con el tiempo, pero hay algo que todos los entrenadores tienen que es la pasión, esa capacidad de entusiasmarse por algo, esos esfuerzos que uno hace para alcanzar esa realidad que hoy aparece lejana, eso que tiene que ver con el crecimiento personal para que expectativas y realidad se encuentren.

Los entrenadores tienen esa responsabilidad de liderar y motivar. No es nada fácil, pero es una tarea muy gratificante. El poder guiar un grupo de personas a través de obstáculos al cumplimiento de objetivos es un proceso arduo, pero no hay sensación más bella que andar motivado por ese camino en busca de algo. Porque al final es el camino el que más disfrutamos, la superación, los aprendizajes y las relaciones que se generan en él, incluso aún más que la gloria de la meta alcanzada.



Muchos hablan de una profesión ingrata, ya que la figura del entrenador es juzgada todo el tiempo, siempre está en el centro del huracán. Es una figura siempre analizada entre la envidia y la admiración, ya que mucha gente cree tener conocimientos para estar en su lugar. En el común de los casos, si las cosas no van bien somos los principales culpables y si todo está encaminado hacia donde desea el equipo, poco tiene que ver el entrenador. Esto lleva a que nos sintamos muy vulnerables por el miedo y la presión. El miedo está presente en toda la vida del entrenador, miedo a mostrar emociones, a perder el partido, a la prensa y a la crítica, a la directiva, a no tenerlo todo controlado, a la credibilidad, a perder el puesto. Convivir con estos miedos es parte del día a día del líder, es necesario enfrentarse a ellos para evolucionar, hay que saber tratar con él, porque si no te devora, te limita y te inmoviliza.

Por último y no menos importante, los triunfos, el éxito y la competencia. Creo que no debemos pensar sólo en ganar, lo importante es el camino que se recorre, el modo en que se hace, puesto que ganar y perder son sensaciones de corto plazo. Muchas veces el camino nos lleva a lograr un campeonato, a tener una buena temporada o a un despido. No obstante, los triunfos que importan son aquellos en los que te ganas a vos mismo, cuando creces cada día más, como entrenador y como persona.

La clave es lo que está en el camino. Las emociones, los riesgos, las decisiones, el aprendizaje, las experiencias, las relaciones y las amistades… son las verdaderas recompensas que deja esta profesión y nos permite ser felices con lo que se hace y seguir viviendo con pasión el ser entrenador de básquetbol.

Fabricio Salas

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